Hace unos días, El PAIS nos
sorprendía en el desayuno con la publicación de unos documentos que probarían
la existencia de una contabilidad B en el PP. Esta especie de doble contabilidad
en 14 folios de papel pautado se presentó en las páginas del periódico a los
ciudadanos juntamente con el análisis realizado por un perito calígrafo que
consideraba que con un 80% de certeza, las anotaciones contables provenían de
la mano del antiguo tesorero del partido, el encausado Bárcenas. El restante
20% de incertidumbre quedaba resguardado por el hecho de haber realizado el
cotejo sobre fotocopias. Más tarde, Telecinco, entrevistaba a otra grafóloga de
la misma asociación, quien corroboraba esta opinión descartando que la
escritura fuera “una imitación de la letra del extesorero”.
Rápidamente se desataron los
ánimos y las cadenas de radio, las televisiones, los periódicos empezaron la
caza del grafólogo o del perito calígrafo, a la que no hemos sido ajenos, para
ratificar o desmentir la noticia. Las redes sociales ardían. Y de ahí en
adelante, los comentarios que han surgido en torno al caso son de todos los
colores. Pero es que hemos oído bastantes insensateces, por ejemplo, grafólogos
que hablaban de la presión y de elementos de la continuidad como los
reenganches, analizando una fotocopia. O refiriéndose a la deshonestidad
evidente en la escritura de Bárcenas, junto a otras características de
personalidad. La bomba la ha lanzado un “grafopatólogo” que afirma que con una
certeza del 99% los papeles son de la mano de Bárcenas porque provienen de la
mano de un hombre “entre los 40 y 60 años, con algo de tensión alta, que padece
una hernia de hiato, y con ciertos problemas de atrofia en la próstata”. Además, como los escritos tienen unas
fechas que abarcan unos veinte años, el experto afirma, “a lo largo de
20 años, el individuo sufre una serie de cambios en su personalidad”, cosa que
agradecemos nos aclare dados nuestros escasos conocimientos en Psicología, y al
parecer estos cambios, que deberían ser evidentes en la escritura, no se
aprecian en las anotaciones contables en litigio. Y para remate, un estudio
matemático revela que el documento podría ser un montaje, pues los números no
se ajustan a la “norma matemática, también conocida como la ley del primer dígito”.
Todo la vorágine de notas de prensa y radio en torno a
los peritos y los grafólogos nos hacen reflexionar sobre diversas cosas.
La primera, la imagen bastante pobre que se está dando
al país de estas profesiones, con dimes, diretes, desmentidos, añadidos: que si
son, que no son, que el análisis de fotocopia no es fiable, que sí lo es en
ciertas condiciones; que hay que ver la tinta y el papel, que la datación química
absoluta es imposible, que veamos si todo viene del mismo bolígrafo; que puede
ser un montaje; que si hay quien dice que “puede datar temporalidades con 48
horas de diferencia”. Y pera remate, mezclando elementos de grafología, de
peritaje caligráfico y documentoscópico, y de grafomancia. Realmente, parece
que hay muchas personas deseando su poco de celebridad, pero desde el rigor y
la seriedad que nosotros proclamamos y ejercemos, no dejamos de preguntarnos
¿Cómo atreverse a hacer afirmaciones categóricas de un documento en copia?
¿Cómo atreverse a considerar indubitado un documento que no lo es? ¿Y cómo se
pueden basar las conclusiones en la comparación de dos documentos dudosos?
Y esto me lleva a la segunda de las reflexiones. La
confusión evidente sobre dos especialidades muy diferentes de estudio de la
escritura manuscrita. Si ambas disciplinas, la pericia caligráfica y la
grafología, estudian la escritura para identificar a su autor, lo hacen con
diferente método porque el fin es también diferente. En efecto, el peritaje caligráfico
identifica mediante la comparación, pues lo que busca dilucidar es si una
escritura está hecha del puño y letra de una persona determinada de cuya
escritura manuscrita original se dispone. Mientras que la grafología identifica
la personalidad del autor, como ser único e incomparable, infiriendo conductas
a partir de la conducta gráfica y de las distorsiones que el que escribe ha
hecho del modelo de escribir aprendido. Y lo hace porque la escritura es
polisémica, no es únicamente un fonema hecho grafema. Tiene carácter
supralingüístico y su propia simbología apoyada en su valor expresivo de la
psicomotricidad, su valor proyectivo en cuanto materia que ocupa el espacio
hoja de papel, y valor representativo en cuanto el que escribe le da unas
formas que causan una impresión determinada en el receptor de lo escrito.
La tercera de mis reflexiones proviene del enorme
movimiento mediático que todo esto ha generado. Ya han salido los grandes
defensores del peritaje caligráfico que dicen es CIENCIA, y los grandes
detractores de la grafología que afirman es MANCIA (y para corroborarlo, una
cadena de televisión ha montado un show que la ridiculiza, en vez de organizar
un debate de altura). Lo que es inexacto pues ambas disciplinas se valen de un
método de observación científico.
La primera, no
precisa interpretar, sino calibrar en base a las semejanzas y sobre todo,
en base a las diferencias. Por tanto sus conclusiones son, podríamos decir,
planas. La segunda precisa realizar ese trabajo de interpretación de lo observado.
No concluye, sino que infiere, y ahí
entra en juego la capacidad, la competencia, la experiencia, y, porque no, en
algunos casos la subjetividad de quien realiza esa interpretación. Sus conclusiones
están llenas de matices porque, entre otras cosas, van dirigidas a una persona
interesada en conocer cómo se expresa su personalidad en la huella gráfica.
Y para terminar, más que una reflexión, una llamada.
Ya hace tiempo que clamamos porque los estudios de ambas disciplinas sean
reglamentadas. No se puede consentir que haya peritos calígrafos que terminen
sus estudios sin haber visto un microscopio en el laboratorio, sin haberse
manchado las manos con una cromatografía, sin haber manejado luces y filtros.
No podemos consentir que haya grafólogos que no tengan una base de Psicología general,
de Psicología de la personalidad y de Psicología del desarrollo, que ejerzan de
aprendices de brujo, y que ensombrezcan el trabajo riguroso de quien hace un
trabajo digno y útil. Quizá, todo ese griterío mediático sirva para que las
autoridades competentes valoren la necesidad de regular las profesiones
relacionadas con la escritura a mano. Si, si, a pesar de que la tecnología
invade nuestras vidas….
Amparo Botella , Presidenta del CHFG
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